¿Qué esconde el caos en la diplomacia argelina?

Autor: Pedro Canales

En los dos últimos meses, el régimen argelino pilotado por el dúo Abdelmayid Tebún / Said Chengriha, presidente de la República y Jefe del Estado mayor respectivamente, ha sentado las bases de un cambio radical en sus objetivos estratégicos y geopolíticos internacionales, y en consecuencia en el instrumento de Estado esencial para alcanzarlos, que es la diplomacia.

A lo largo de su accidentada historia interna y externa desde la Independencia del país en 1962 tras siete años de guerra de guerrillas contra el Ejército colonial francés, Argelia ha cambiado muchas veces en sus análisis y tratamiento de los principales temas de la política internacional y de sus relaciones con las grandes potencias que dominan el escenario mundial.

Las relaciones entre Argelia y Francia, en primer lugar, pero también con Estados Unidos, Gran Bretaña, Rusia, China o la Unión Europea, han conocido altos y bajos, acercamientos y rupturas, la mano tendida y la denuncia intransigente. Argel lo justificaba siempre como la manera de defender sus intereses nacionales, sus principios y su filosofía revolucionaria y libertadora, lo que si es así, es legítimo.

Sólo ha habido un tema en el que Argelia se ha mantenido invariable a lo largo de estos seis decenios largos: Palestina, y en consecuencia Israel. Todos los presidentes argelinos, desde Ahmed Ben Bella hasta Abdelmayid Tebún, pasando por Huari Bumedien, Chadli Benyedid, Mohamed Budiaf, Ali Harún, Liamin Zerual y Abdelaziz Buteflika, proclamaron su apoyo incondicional al pueblo palestino y la condena incuestionable de “la entidad sionista” usurpadora de las tierras palestinas. Argel nunca ha reconocido la existencia de un Estado llamado Israel, admitido oficialmente por la ONU, nunca.

Para los dirigentes de la Argelia independiente, el enemigo ocupante y usurpador de Palestina, era una “entidad”, un tropel de sionistas asociados y respaldados por “el imperialismo occidental”, a la que había que combatir armas en mano. Las relaciones con Paris, Washington, Moscú, Pekin, Bruselas o Londres, podían modularse; con Israel, no.

Contra toda expectativa, a principios de febrero de 2025, el presidente argelino Abdelmayid Tebún ofreció una entrevista al diario francés L’Opinion, propiedad de los multimillonarios Arnault, Bettencourt y Murdoch. Y en la misma soltó la frase fatídica resumida así: si Israel reconoce al Estado palestino, Argel reconocerá al Estado de Israel. Ya no se hablaba más del Frente de Rechazo, ni de lucha armada palestina, ni de condena sin paliativos de la entidad sionista. Tebún dejaba entender que Argelia aceptará implícitamente los objetivos defendidos por Shimon Peres o su rival Isaac Rabin, que firmaron los Acuerdos de Oslo con la OLP de Yasser Arafat, y que abrieron el camino para el reconocimiento de un futuro Estado palestino.

¿Por qué el régimen Tebún-Chengriha ha cambiado de “principios” con la cuestión palestina? ¿Qué espera Argel como beneficio por este terremoto político-diplomático?

El objetivo del régimen de Argel es intentar mostrarse como “aliado fiable” para los Estados Unidos de Donald Trump. Tener como régimen el apoyo, la complacencia o el visto bueno de los Estados Unidos, es la garantía de su supervivencia.

Los analistas y estrategas que aconsejan al Poder argelino, le han convencido de que el único peligro para el sistema es el que puede provenir de Washington.

El Poder oculto implantado en Argel ha sido capaz de sobrepasar todas las crisis internas, las guerras de clanes, las crisis políticas engendradas tras las muertes a veces y asesinatos otras, de sus líderes; también de los efectos económicos y financieros procedentes de las crisis mundiales; e incluso de la arrolladora movilización de millones de argelinos en lo que se conoció como Hiraq y que duró más de dos años, desde febrero de 2019 hasta mayo de 2021.

El Poder oculto ha superado todas las crisis, manipulándolas, reprimiéndolas, utilizándolas para realizar purgas y limpiezas internas. Argelia es el país del mundo que tiene en sus cárceles a más opositores, periodistas y militantes demócratas por número de habitantes; y también a mas ex jefes de Gobierno, ministros, altos funcionarios, empresarios y generales.

El único temor del régimen Tebún/Chengriha es que los Estados Unidos decidan demoler el sistema, apoyando una “revolución de color”, como las ocurridas en los países de la antigua Yugoslavia, en Serbia, Georgia, Ucrania, Kirguistán, o en las conocidas como “primaveras árabes” que se llevaron por delante a los regímenes de Zine el Abidine Ben Ali en Túnez, Muamar Gadafi en Libia, Hosni Mubarak en Egipto o más recientemente, Bachar el Assad en Siria.

Por esta razón, el dúo Tebún/Chengriha se apresura a ofrecer a Donald Trump unas “tierras raras” de las que no hay ninguna constatación, hacerle promesas de que le comprará armas, de que le permitirá explotar las riquezas del país, de que abrirá sus puertas a las multinacionales de la agricultura, y, por qué no, instalar alguna que otra base secreta de inteligencia militar en su desierto profundo para controlar el Sahel, o utilizar sus puertos como puntos de atraque, reparación y mantenimiento de las Flotas estadounidenses o de la OTAN.

Argel ha constatado que la oferta hecha por Marruecos a Donald Trump de apoyar los Acuerdos de Abraham, le ha resultado beneficiosa con el compromiso estadounidense de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara y reafirmar su alianza militar estratégica entre Rabat y Washington, y quiere hacer lo mismo. Ofrecerse para reconocer Israel con ciertas condiciones, y abrirse a la alianza militar con Estados Unidos, le puede suponer al Poder Tebún/Chengriha, el respaldo internacional necesario que necesita, máxime en estos momentos en que sus relaciones con Francia, con la Unión Europea, con España y con sus vecinos del Magreb, pasan por sus horas bajas.

La Historia se repite.

Hace algo mas de diez años, en el momento en que se dirimía el cuarto mandato de Abdelaziz Buteflkika, ya enfermo y en silla de ruedas, Argel intentó la operación de seducción a Estados Unidos. A lo largo del año 2013, tras la Primavera árabe, Estados Unidos proyectó entrar en la ecuación mediterránea-norteafricana, para erigirse como pilar de la lucha contra el terrorismo. En aquel entonces el presidente Barack Obama pretendía reconfigurar el mapa del Mundo árabe.

Un mes después de haber sido elegido para un cuarto mandato presidencial, Abdelaziz Buteflika consigue establecer una “asociación privilegiada” con EEUU, con quien decide participar en ejercicios y maniobras militares y navales. Sin embargo, sus estrechas relaciones con Rusia y China, no le permiten aceptar la propuesta del Pentágono de instalar una base de espionaje militar en la región de Tamanrasset. Dos años después, Donald Trump gana las Elecciones presidenciales, y el Poder argelino intenta de nuevo la seducción. La presencia de una flotilla de la OTAN en Argel semanas antes, gana las portadas de todos los medios argelinos y extranjeros.

Pero tanto en sus relaciones con Barack Obama como con Donald Trump, Abdelaziz Buteflika es bloqueado por el Poder militar, frente a la cuestión palestina. El deseo de legitimidad de la cúpula dirigente tiene una de sus bases principales en Palestina, “una cuestión de principios” para el régimen. La Casa Blanca por su parte pone como meta el reconocimiento de Israel, como ya hicieron Egipto en 1979 y Jordania en 1993. Argelia, en esos momentos, no puede aceptar esa condición.

Pero en 2025, frente al aislamiento internacional de Argelia, la crisis con Francia y España, y sus frágiles relaciones con Rusia y China, el Poder argelino abre la puerta a un cambio drástico: reconocer a Israel bajo ciertas condiciones. Cuestión de supervivencia.

 

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