¿Perdón por construir imperios coloniales?
Europeos, africanos y americanos ofrecen una nueva visión
Pedro Canales
Exigir perdón y arrepentimiento a los colonizadores se está convirtiendo en una reivindicación que enarbolan los gobiernos y algunos sectores de la opinión pública en muchos países de Asia, África y América latina.
Historiadores, sociólogos, economistas y personalidades públicas, gubernamentales o privadas, se han enzarzado en un debate que no tiene fin. Todos tienen razón, algo de razón o ninguna razón.
El gobierno mexicano exige a la Corona española arrepentimiento por la colonización hispana en América y en particular en Mexico. El gobierno argelino pide al Estado francés que reconozca “los horrores de la colonización” y “pida perdón”.
Respondiendo a la presión de la opinión publica de sus propios países y a las demandas procedentes de los antiguos colonizados, varios gobiernos, reyes y presidentes en el mundo, han reconocido errores y atrocidades cometidos en el pasado colonial.
En abril de 2024 el Presidente portugués Marcelo Rebelo de Sousa dijo que Portugal era responsable de crímenes cometidos durante la esclavitud transatlántica y la época colonial y sugirió la necesidad de reparaciones.
El rey Guillermo Alejandro de los Países Bajos se disculpó oficialmente en julio de 2023 por el pasado esclavista de su país durante la época colonial, afirmando sentirse “personal e intensamente” afectado.
El Presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, se disculpó en noviembre de 2023 y pidió perdón por las atrocidades cometidas en la era colonial por las fuerzas alemanas en Tanzania.
El Rey Felipe de Bélgica reconoció en 2020 por primera vez “la violencia y la crueldad” ejercidas en el Congo bajo el mandato de su antecesor Leopoldo II.
Incluso el Vaticano llegó a repudiar en 2023 su pasado colonial y oficialmente dijo que las Bulas papales (Decretos oficiales) que legitimaron la apropiación de tierras indígenas en la era colonial, “no reflejaban adecuadamente la igualdad de dignidad y derechos de los pueblos indígenas”.
Sin embargo el debate está lejos de haber terminado. En un lado de la barricada se encuentran quienes defienden que la acción de Gobiernos, Autocracias o Coronas “llevó el progreso y la Fe (cristina en su mayoría) a los países colonizados”; del otro lado, siguen impugnando las bárbaras guerras coloniales, símbolos de crueldad, discriminación y crímenes contra la Humanidad.
En esta marco comienzan a oírse voces que tratan de explicar la Historia, incluida la época colonial, con otras ópticas. Dos autores, Francisco García-Blanch y Avelino Cortizo Martínez, el primero español y el segundo mexicano, acaban de publicar un detallado estudio con un título de entrada controvertido: “Hispanismo: cénit del Humanismo”. Su visión es por lo menos heterodoxa frente a las versiones oficialista defensora de la colonización, e indigenista reivindicadora de las culturas de los pueblos sometidos.
García-Blanch, como Ingeniero y Licenciado en Ciencias Empresariales, complementa con Cortizo Martínez, Historiador, Filósofo e Investigador del desarrollo tecnológico, un estudio sobre la realidad en el terreno en los países colonizados, el desarrollo de la agricultura, de los oficios, de las manualidades, de los inventos, las infraestructuras, las escuelas, el uso del agua, los aportes personales de los emprendedores avenbtureros, todo ello en un marco de hibridación de culturas y sociedades.
En el caso del Hispanismo en América entre los siglos XV y XIX, con un estilo ágil y didáctico, consiguen hacer ver la fusión entre las áreas tecnológicas novedosas llevadas por los colonizadores y los conocimientos indígenas. El libro aborda temas como la minería, el comercio, la agricultura, la industria, la navegación, la defensa y la construcción. Según los autores, hubo un entendimiento importante entre los emprendedores y los oficiales, entre los portadores del conocimiento y la Corona española. Lo que para ellos, podemos calificar de “Herencia hispánica” desde Alaska hasta el Cabo de Hornos. La Colonización en suma, no fue una empresa planificada, organizada, sino que se fue dando a lo largo de varios siglos de forma empírica.
Un pensamiento expresado por los autores lo dice todo: “Cuando se analizan objetivamente los hechos, se puede considerar que la obra titánica del Hispanismo no se habría consolidado si no hubiera sido conducida por los miles de personas que atravesaron el océano y se ubicaron en el Nuevo Mundo, con un espíritu emprendedor admirable y todo su bagaje de conocimientos y tecnologías de producción y de trabajo, con el fin de lograr allí unas condiciones de vida mejores de las que tenían en el Viejo Continente”.
La cuestión crucial es si esta visión novedosa de “la epopeya colonial hispánica en América” la podemos extender a otros continentes y metrópolis coloniales. ¿Hay algo parecido en la explotación de tierras, bosques y desiertos africanos por parte de los colonos europeos? ¿Se pueden observar las infraestructuras, carreteras, ferrocarriles, presas, pueblos y ciudades, con este mismo prisma del desarrollo tecnológico espontáneo? ¿Ha habido en África, Asia y Oceanía la misma hibridación de culturas que en América, que permitió unir el aporte desarrollista y la tradición indígena? ¿Hay semejanza entre Egipto-Congo-Argelia-Marrueco-Níger, etc. y París-Londres-Madrid-Lisboa-Roma-Berlín?
El libro de Francisco García-Blanch y Avelino Cortizo Martínez, no cierra un debate. Todo lo contrario, lo reabre bajo otra óptica.