Oujda no es una ciudad de contrabando… sino un cruce histórico y cultural
Oujda sufre una descripción injusta como «ciudad de contrabando», una reducción que ignora su rica historia y su papel estratégico como un importante cruce comercial.
Fundada hace más de mil años, Oujda fue un punto de encuentro de rutas comerciales que conectaban el África subsahariana con el Mediterráneo, así como el oeste y el este del Magreb, lo que contribuyó a su prosperidad a lo largo de los siglos.
Como otras ciudades fronterizas, Oujda se benefició históricamente de la economía transfronteriza, donde los habitantes intercambiaban productos más económicos o variados. Sin embargo, desde el cierre de las fronteras entre Marruecos y Argelia en 1994, la ciudad ha perdido esta ventaja y su papel como paso comercial magrebí ha disminuido.
Reducir a los habitantes de Oujda a «contrabandistas» es injusto. Son familias honorables, arraigadas en tradiciones de trabajo y honor, que ejercen profesiones diversas y contribuyen al desarrollo económico y cultural de la región. Aunque algunos se involucren en prácticas cuestionables, no representan la identidad de la ciudad.
Reducir Oujda a una simple «ciudad de contrabando» ignora su riqueza cultural, su papel histórico y los desafíos que ha enfrentado, como el cierre de fronteras y la falta de inversiones en la región oriental. A pesar de estos desafíos, Oujda conserva un inmenso potencial. Si las fronteras se reabrieran, recuperaría su papel histórico como cruce magrebí y emergería como un motor económico que conecta Marruecos con Argelia y el resto de África.
El desarrollo de infraestructuras, como la autopista y el ferrocarril, y los esfuerzos por destacar su patrimonio cultural e histórico, son prueba de la resiliencia de sus habitantes y su deseo de construir un futuro mejor. Oujda no es simplemente una ciudad fronteriza; es una ciudad rica en historia, cultura y potencial aún por explotar, una joya regional en la encrucijada entre el pasado y el futuro.
