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Los Ecos del Terremoto: Un Juramento de Paz entre Argelia y Marruecos

En el breve lapso de veinte segundos, Marruecos fue sacudido hasta sus raíces por un devastador terremoto, revelando su vulnerabilidad ante las fuerzas de la naturaleza. Este país de mil caras, rico en alma e historia, donde la cultura florece como un oasis en medio del desierto, donde las ciudades se erigen con orgullo como monumentos vivos, donde las montañas tocan el cielo, las llanuras se extienden infinitamente, los mares acarician las costas y el océano se expande sin fin. Todo esto fue violentamente sacudido en un solo aliento.

Miles de nuestros hermanos y hermanas fueron arrancados de la vida por esta implacable tragedia, cuyas repercusiones van mucho más allá del sufrimiento humano. Estas repercusiones se extienden a todos los rincones de la vida y la existencia.

Esta catástrofe deja una marca profunda, penetrando en la conciencia individual y superando el instinto natural de solidaridad con nuestros compatriotas marroquíes. Para algunos de nosotros, evoca recuerdos grabados en la memoria, páginas significativas que Marruecos y su gente han escrito en la historia de nuestro país, como versos tejidos de una amistad fiel con esta tierra y su gente a lo largo de los siglos.

Hay momentos en la historia en los que las fronteras trazadas por el hombre parecen convertirse en obstáculos insuperables, incluso en lugares donde la solidaridad debería prevalecer por naturaleza. Argelia y Marruecos, dos naciones cuyos destinos parecen estrechamente ligados, han entrado en una trágica danza de malentendidos y divisiones. Es profundamente triste reflexionar sobre estas cuarenta y ocho horas, un intervalo tan trágico desde el devastador terremoto. Durante este tiempo, Argelia y su vecino más cercano, Marruecos, han mantenido cuidadosamente ocultas sus intenciones, sin ofrecer ninguna pista sobre un plan coordinado para ayudar a las almas desgarradas por la furia de la naturaleza.

Debe existir solidaridad, hermandad, la primera línea de la compasión humana. Un abrazo que, más allá de las rencillas que a veces pesan sobre los hombros de los líderes, debería elevarse por encima de las fronteras creadas por el hombre y de las divisiones que separan nuestras tierras, para extender una mano amiga a quienes han sido afectados por esta tragedia. Aquí no hay lugar para la distinción ni la diferencia, solo la humanidad que se une en un acto de generosidad frente a esta calamidad.

Ciertamente, las complejidades de la diplomacia se estancan y las fronteras terrestres y aéreas permanecen obstinadamente cerradas, pero ¿puede considerarse esto una justificación suficiente para legitimar estas vacilaciones de ambos lados? La apatía mostrada en la prestación de la ayuda necesaria a los ciudadanos marroquíes afectados, así como las declaraciones lacónicas, revela la fría intrusión de una época en la que la política parece haber desplazado a la humanidad.

En medio de esta aparente incoherencia, hay un hecho innegable: los pueblos argelino y marroquí comparten lazos forjados por la historia, la cultura y la sangre derramada por la libertad. Esta conducta escandalosa e inaceptable no puede, en modo alguno, representar los valores nobles de cooperación y solidaridad que siempre han sido el cimiento de estas sociedades.

Es imperativo recordar a las autoridades argelinas que Marruecos y los marroquíes fueron aliados inquebrantables durante las horas más oscuras de la revolución argelina y las pruebas que enfrentó Argelia. Extendieron la mano, ofrecieron refugio y compartieron sus recursos, en nombre de una fraternidad firme que trasciende las fronteras políticas.

Así, a pesar de los actuales tumultos de discordia, es crucial que la memoria colectiva resuene en los corredores del poder argelino y marroquí, y que el amor y la humanidad prevalezcan sobre las divisiones políticas. Porque si las fronteras se dibujan con tinta y papel, los lazos que unen a los pueblos están tejidos con corazones compasivos, dispuestos a responder al llamado de la solidaridad, incluso cuando los vientos de la política soplan en dirección opuesta.

En nombre de las almas afectadas por esta tragedia que ha hecho llorar al Gran Magreb, alzamos nuestra voz solemne para proclamar nuestro compromiso inquebrantable de trabajar mano a mano con todas las almas sinceras, de ambos lados de estas fronteras, en la noble búsqueda de preservar la armonía entre Argelia y Marruecos. En estas tierras donde algunos parecen esforzarse por sembrar las semillas de la discordia, prometemos hacer todo lo posible para tejer lazos duraderos de paz.

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