La declaración de Aziz Ghali, presidente de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, sobre el apoyo al llamado «derecho de autodeterminación» en el caso del Sahara marroquí refleja, lamentablemente, una visión desconectada de la realidad histórica y geográfica de Marruecos. Esta postura, que se presenta como una defensa de los derechos humanos, proviene en realidad de una referencia ideológica superada por el tiempo. Es una referencia basada en las ideas del nacionalismo árabe, esa ideología baazista que siempre ha sido un proyecto excluyente, que reconoce lo que se llama «la nación árabe» mientras niega las naciones étnicas y la diversidad cultural e identitaria de los pueblos.
El nacionalismo árabe, que surgió como una ideología política en el Mashrek árabe, tenía como objetivo principal erradicar a los pueblos no árabes de su identidad y cultura. Sin embargo, esta ideología no tuvo éxito en Marruecos, donde los marroquíes la enfrentaron con su lucha constante contra sus dogmas y rechazaron ser confinados en un modelo uniforme que no representaba ni su identidad, ni su cultura, ni su historia. Este resistencia se debe en gran parte al movimiento amazigh, que percibió desde temprano el peligro de esta ideología y se negó a normalizarse con ella, buscando en cambio enfrentarse a ella de manera intelectual y cultural. Hoy en día, podemos ver los resultados de esta lucha cuando comparamos la situación de Marruecos con la de los países fundados por el Partido Baaz, como Irak, Siria, Líbano y otros que adoptaron este nacionalismo, y la magnitud del sufrimiento de sus pueblos, como los kurdos, los asirios y los maronitas, donde las divisiones y los conflictos sectarios y étnicos se han intensificado.
Lo que queda hoy de esta ideología son solo ideas aisladas y posturas rígidas que no han comprendido las profundas transformaciones que ha vivido Marruecos, donde la unidad y la diversidad forman la base de la identidad marroquí y la construcción de una nación fuerte. Si Aziz Ghali y aquellos que siguen defendiendo las ideologías del nacionalismo baazista extrañan la década de 1970, que busquen esa nostalgia entre los escombros de los regímenes que impusieron esas ideologías por la fuerza a sus pueblos. En cuanto a Marruecos, con su identidad amazigh y su rica historia, no es una extensión de fracasadas experiencias del Mashrek, sino un modelo de continuidad y estabilidad que ha construido a lo largo de los siglos gracias a la solidaridad entre sus componentes, y la cuestión del Sahara marroquí no es una excepción a esta solidaridad, ni es solo un desacuerdo político, sino un símbolo de la unidad nacional que agrupa a los marroquíes de todas las procedencias.
Y si la cuestión del Sahara es un criterio que se usa para medir las relaciones internacionales, también es un criterio para medir el nacionalismo. El reconocimiento de la marroquidad del Sahara no solo refleja el compromiso de los marroquíes con la unidad y la soberanía de su país, sino que también constituye un pilar fundamental para fortalecer el sentido de pertenencia nacional y unir filas.
A aquellos que levantan los lemas del nacionalismo árabe y adoptan ideologías transnacionales y causas no nacionales, deben entender que la realidad marroquí es demasiado grande para ser confinada en esos estrechos márgenes. Aferrarse a la preferencia por causas externas a nuestra causa nacional y negar la marroquidad del Sahara, bajo el pretexto de defender los derechos humanos o en nombre del respeto a las leyes internacionales, no es más que la repetición de un discurso que ha perdido su sentido y credibilidad. Este discurso solo sirve para dividir y ignora que la cuestión del Sahara para los marroquíes es una cuestión de existencia, no solo un expediente político pasajero. La unidad nacional marroquí es el fruto de un profundo proyecto civilizatorio que une el pasado y el presente, para enfrentar el futuro con confianza y claridad.