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La Comisión Europea inquieta por la respuesta marroquí al Tribunal de Justicia de la Unión

Por Pedro Canales

La Comisión Europea no esperaba una respuesta tan seca e inquietante del Gobierno marroquí ante la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión acerca de los acuerdos agrícola y de pesca, en la que anula los Acuerdos firmados en 2019 entre Marruecos y los 27. El Acuerdo de pesca ya había expirado el año pasado y el agrícola lo ha prorrogado un año.

El Gobierno marroquí declara no sentirse implicado por dicha sentencia, ya que es producto por una parte de la Unión Europea y por otra del frente Polisario, quien presentó recurso ante el Tribunal de Justicia. “Marruecos no ha participado en ninguna de las fases del procedimiento y por lo tanto no se considera aludido de ninguna manera por la decisión” del TJUE.

Ante la reacción firme de Rabat, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y el representante de la Política Exterior, Josep Borrell, se han apresurado a declarar que “la Unión Europea reitera la importancia de la asociación estratégica con Marruecos” con quien le une “una sólida amistad” y “una relación que deseamos llevar al siguiente nivel en las próximas semanas y meses”.

Tanto Bruselas como Rabat habían previsto el escenario planteado por la sentencia del TJUE que no es aplastante, ya que uno de los acuerdos había expirado y el otro ha sido prorrogado. Pero la Unión no esperaba el portazo de Marruecos.

Rabat perderá ciertamente las subvenciones que recibía de Bruselas por dichos Acuerdos, pero no se preocupa excesivamente porque tiene vendidos sus productos.

En materia de pesca en aguas marroquíes y saharianas tiene al menos tres candidatos de peso dispuestos a firmar acuerdos bilaterales ventajosos para el Gobierno marroquí: Rusia, Japón y Gran Bretaña. Los tres son grandes consumidores e importadores y no tienen inconveniente en faenar en aguas del Sahara. España, por su parte, podría ser el cuarto si el Gobierno de Pedro Sánchez escucha las propuestas de las cofradías pesqueras andaluzas y gallegas que proponen acuerdos específicos para faenar en la zona norte de Marruecos y la posibilidad de llegar a acuerdos bilaterales directamente con el Reino alauí respaldados por el Gobierno de España para hacerlo en el banco canario-sahariano. En suma, Marruecos ofrece salidas para nuevos socios; con Rusia ya ha firmado acuerdos bilaterales.

En cuanto a la producción agrícola que tiene lugar en el territorio del antiguo Sahara occidental y que el Tribunal Europeo excluye como etiquetada “origen Marruecos” y exige precisar “origen Sahara Occidental”, tampoco le faltan clientes al Gobierno de Rabat. Además de Rusia, que exporta cereales a Marruecos e importa frutas y verduras del mismo, Rabat tiene un importante mercado potencial en los países del Sahel y en los países árabes que apuestan por el Sahara como provincia marroquí, amén del Reino Unido, igualmente importador de productos agrícolas.

Con todo esto, la pronta reacción de Ursula von der Leyen y Josep Borrell para “tranquilizar” a Marruecos tiene igualmente una lectura política. La Unión Europea tiene cada día más aprehensión por la multiplicación de relaciones en diferentes campos entre Rusia y Marruecos. A las relaciones económicas y comerciales existentes – Marruecos nunca ha aceptado aplicar las sanciones impuestas contra Rusia – se han unido las relaciones en materia de energía que incluyen el proyecto de construir centrales nucleares para uso civil.

Igualmente, la Unión Europea no ve con buenos ojos las relaciones que Marruecos está tejiendo con los países del Sahel: Malí, Níger, Chad y Burkina Faso, vituperados y demonizados por Francia y que Bruselas considera como regímenes salidos de “golpes de Estado militares”. Rabat está llevando a cabo una política alternativa a Europa en el continente africano, independiente y con proyección continental.

Quizás no haya sido casualidad que el rey de Marruecos, Mohamed VI, haya desistido a último momento de asistir a la cumbre de la francofonía celebrada en París, donde era esperado como “invitado de marca” y cuya finalidad era resucitar el viejo Imperio francés bajo otras siglas y banderas.

 

 

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