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Israel, ¿potencia gasística? (Parte 2)

Pedro Canales 
La ofensiva militar de Israel en el sur de Líbano y su “exigencia” de que la FINUL (Fuerza de Interposición de las Naciones Unidas en Líbano) tiene que marcharse, muestra uno de los objetivos estratégicos del Estado hebreo: llevar la frontera oficial de Líbano hasta el río Litani (remplazando los efectivos de la FINUL por su propio Ejército, o anexionándose directamente el territorio), y anexionarse definitivamente los pozos gasísticos de Karish y Qana, en litigio entre Tel Aviv y Beirut.
Los yacimientos de gas off shore que Israel explota en el Mediterráneo oriental ilegalmente, porque se encuentran en aguas territoriales de Gaza y de Líbano, como vimos en el artículo precedente, completan el mapa estratégico de recursos energéticos de los que dispone Israel, y que le convierten en una potencia gasística de primer orden, capaz de auto suministrarse totalmente en fuentes de energía y de intervenir en el mercado mundial como exportador.
Como ya vimos, Israel se ha apropiado del yacimiento de Gaza Marine, descubierto en 1999 y explotado en un primer momento por la compañía British Gas y posteriormente por la rusa Gazprom. Israel se ha apoderado por la fuerza del 87% del territorio de Palestina y del 80% de sus aguas territoriales. Las operaciones militares más importantes que Israel ha acometido contra Gaza, “Plomo fundido”, “Respuesta del eco” y “Marco protector” llevadas a cabo desde 2008, tenían como uno de sus objetivos principales impedir que los Palestinos adquiriesen el control de los yacimientos off shore.
Lo mismo ha hecho Israel con los yacimientos pertenecientes a Libano, Karish y Qana-Sidón, situados en aguas territoriales en disputa entre Israel y Líbano y de los que Tel Aviv se lleva la parte del león en los beneficios.
Estos pozos completan el mapa israelí de fuentes de energía fósil. Los yacimiento más importantes, sin embargo, son el de Leviathan y el de Tamar, ambos situados en aguas territoriales de Israel, y que hacen del Estado hebreo un exportador regional e internacional de primer orden.
El pozo de Leviathan, el yacimiento más grande existente en el Mar Mediterráneo, está controlado por la multinacional Chevron y la israelí New Med Energy. Comenzaron a operar en 2019, y han alcanzado una capacidad de producción de 12.000 millones de metros cúbicos anuales de gas natural. Leviathan es el núcleo principal del conglomerado exportador israelí.
El segundo en importancia es el yacimiento de Tamar. La petrolera estadounidense con sede en Texas, Noble Energy, confirmó en 2009 la existencia de grandes reservas de gas. El proyecto de su explotación requería una inversión de 3.000 millones de dólares, que fueron aportados por bancos vinculados al lobby judío internacional, como el JP Morgan y el Citigroup de Estados Unidos, el Barclays y el HSBC del Reino Unido.
Puesta en marcha la producción gasística israelí se originó una transformación radical del plan energético del país que hasta ese momento dependía de las importaciones de gas y carbón de otros países.
Tras el descubrimiento y la explotación del yacimiento de Tamar se produjo otro gran descubrimiento: el de Leviathan, cuyas instalaciones comenzaron a construirse en 2017, tras comprobarse que tenía reservas de gas suficientes para satisfacer el consumo de Israel durante 40 años. En 2020 comenzó su producción: entre las dos explotaciones, Leviathan y Tamar, habían alcanzado los 10.850 millones de metros cúbicos de gas en el primer semestre de 2022, con un aumento del 22% respecto al año anterior. El 58% de la producción de Tamar va destinada al mercado interno israelí, y el 42% restante a la exportación. En total Israel consume unos 12 mil millones de m3 anuales, y produce cerca de 22 mil millones. Israel pasó de ser una isla energética totalmente dependiente del exterior a ser un exportador neto.
La estrategia gasística israelí se basa en  tres ejes principales: primero, satisfacer su propio mercado interno; segundo, exportar a los países vecinos y crear vínculos de dependencia, con Jordania y Egipto en particular; y tercero, exportar a Europa. Israel, Egipto y la Unión Europea han acordado utilizar las plantas de regasificación con las que cuenta Egipto para enviar gas hasta el continente europeo hasta 2030.
La dependencia de sus vecinos debida a los suministros de gas, justifica en gran medida la inacción de Egipto y Jordania ante las masacres actuales de palestinos y libaneses.
El otro objetivo de Israel en la cuestión energética es llegar a controlar el Gasoducto East Med. Este proyecto, cuyo nombre oficial es Euro Asia Interconnector, financiado con dinero público europeo, pretende conectar la ciudad israelí de Hadera, situada a 106 kilómetros al norte de Gaza con Grecia, a través de Chipre. El gasoducto será alimentado por los yacimientos de Chipre, el yacimiento Leviatán de Israel y, posiblemente, por los yacimientos Gaza Marine.
Pero no son estas las únicas piezas del puzzle energético israelí. También se cuenta el yacimiento petrolífero de Meged, situado en el territorio de Cisjordania bajo el supuesto mando de la Autoridad Nacional Palestina, cuya estimación de reservas se eleva a unos mil quinientos millones de barriles. Este campo es explotado por Israel desde hace años sin ningún tipo de compensación a Palestina, contraviniendo de este modo la legislación internacional. Ya que el 80% del yacimiento se encuentra en territorio palestino.
El gas y el petróleo son armas estratégicas para Israel, a las que no renunciará de ninguna manera.
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