El Polisario con las manos atadas para negociar

Pedro Canales

La doctrina oficial que Argelia dice defender en la cuestión del Sahara es que se trata de un problema de descolonización que atañe al Gobierno de Marruecos y al Frente Polisario; que Argelia no es parte involucrada; y que el asunto está en manos de las Naciones Unidas que tienen que reunir las dos partes concernidas para que estas negocien directamente una solución política al conflicto, la que ellos decidan siempre que sea conforme al derecho de los pueblos a decidir por sí mismos. Esta es la posición oficial de Argel; la realidad en cambio es otra.

El Frente Polisario se ha sentado a la mesa negociadora repetidas veces con las Autoridades de Rabat. Hassan II recibió en Marraquech en 1989 a Bachir Mustafa Sayed, Mahfud Ali Beiba y Brahim Ghali, y ofreció al Polisario como salida al conflicto una autonomía del Sahara bajo la bandera y las fronteras de Marruecos. Mas tarde, a mediados de los años 90, el entonces príncipe heredero Sidi Mohamed, se reunió con Bachir Mustafa Sayed y otros dirigentes del movimiento independentista en Tánger, en Ginebra y en otras capitales de Europa y Estados Unidos. Estados Unidos, España y Francia respaldaban los encuentros. Pero todas las negociaciones fracasaron.

Los encuentros parecían terminar con cierto aire optimista, pero poco después el Polisario endurecía de nuevo su posición.

Muchos ciudadanos saharauis, en los Territorios de la antigua colonia española, como en Tinduf o en la diáspora, algunos de ellos simpatizantes o militantes del movimiento independentista que tiene su cuartel general en Argelia, se siguen preguntando hoy por qué fracasaron las negociaciones y hasta dónde el Frente tiene autosuficiencia para decidir qué se puede negociar y hasta dónde se puede ir. Casi todos los miembros del Polisario, independientemente de sus motivaciones personales, familiares o tribales, saben que quien tiene la última palabra en las negociaciones es Argelia, y que si no hubo acuerdos es porque Argelia no quiso que los hubiera.

El régimen argelino ha invertido en “la causa saharaui” decenas de miles de millones de dólares; ha creado y maneja su estructura político-diplomática; ha cedido una parte de su territorio a los acuartelamientos y campos de refugiados de los saharauis que llegaron del Territorio hace medio siglo; y ha formado un “Ejército de liberación”, con varios miles de soldados y oficiales, a quienes ha dotado de todo tipo de armamento. Argel no está dispuesta a derrochar estas inversiones, y no aceptará ninguna solución en la que no estén garantizados sus intereses y sus beneficios.

Algunos dirigentes históricos del Frente Polisario, como Bachir Mustafá Sayed, Omar Mansur, Ahmed Bujari, Mahayub Salek, sufrieron la censura y el acoso de Argel por pretender defender posiciones estrictamente vinculadas a los intereses saharauis. Argel se opuso rotundamente a que Bachir Mustafa Sayed asumiera la dirección del Frente Polisario a la muerte de su número Uno, Mohamed Abdelaziz en 2016; tuvo el apoyo de un sector del Congreso del Polisario, pero ni siquiera se le permitió postularse para el cargo. El régimen argelino colocó como candidato único a quien había sido “embajador saharaui” en Argel, Brahim Ghali. Otros veteranos miembros del independentismo, como Omar Hadrami, Bachir Dkhill, Brahim Hakim, Ahmed Baba Miské, Ayub Lahbib y muchos otros, fueron condenados al ostracismo y volvieron a Marruecos, a Mauritania o se instalaron en Europa.

Argelia sigue sin aceptar que el Frente Polisario tome las decisiones concernientes a su futuro por su cuenta, pensando en primer lugar en los intereses del “pueblo saharaui”, y en segundo lugar conforme a un marco de paz y estabilidad regionales. El futuro de los campamentos de refugiados no se decide en Tifariti ni en Nueva York, sino en Argel. Marruecos parece haber llegado a esta conclusión e insiste en las negociaciones a cuatro (Frente Polisario, Mauritania, Argelia y Marruecos), y en definitiva a dos, Argel y Rabat. Por dos veces, el rey Mohamed VI ha dirigido un llamamiento al presidente Abdelmayid Tebbun para reunirse cara a cara y sacar la región del estancamiento. Pero el Jefe de estado argelino, condicionado por el estamento militar, guarda silencio.

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